La cueva del corazón
La magia de los tesoros invisibles
Hay una magia en esos pequeños tesoros que encuentro: piedras, palos, conchas… Es como si me llamaran, como si tuvieran algo que decirme. No puedo ignorarlos. Los recojo, me los echo al bolsillo y los guardo con la certeza de que, en algún momento, se transformarán. Sé que quieren llegar a algún lugar, contar alguna historia, y yo solo tengo que escuchar.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que esa magia no solo está en encontrarlos, sino también en lo que creamos juntos. Al transformar esos hallazgos en algo nuevo, siento que me transformo yo también. Es como si, en ese proceso, todo encajara: conecto conmigo misma, con el todo, y encuentro paz.
Quiero compartir esa magia desde La Cueva del Corazón.
Laberintos de agua
Cada paso que doy en este viaje hacia la cueva del corazón es una danza con las aguas del universo. El agua, mi esencia, fluye a través de mí, recordándome que en su movimiento constante habita la clave para sanar.
El agua guarda la memoria de todo lo que ha tocado. En cada una de sus gotas, está impresa la historia del mundo, las emociones que han viajado a través de sus corrientes, las heridas y alegrías que ha acariciado. Pero lejos de retener esas huellas, el agua nos enseña a soltarlas, a dejarlas ir en su fluir infinito.
Como las mareas que suben y bajan, el agua nos invita a abrazar los ciclos de la vida, a permitir que lo que te duele se disuelva y lo que te nutre fluya en ti. Su sabiduría está en su capacidad de adaptarse, de fluir suavemente alrededor de los obstáculos sin perder su esencia.
El agua, nos cuenta que en su fluir está la clave para sanar.
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